Cada vez que nos dormimos nuestra conciencia individual, que está focalizada en el cuerpo físico durante las horas de vigilia, se desconecta de él y adquiere plena actividad a través del cuerpo sutil. En términos psicológicos, el foco de la atención abandona la conciencia ordinaria en la que operamos durante la vigilia para sumergirse hacia el inconsciente.
Este desplazamiento nos ofrece oportunidades de una magnitud extraordinaria.
Nada en el mundo del sueño es imposible; los límites desaparecen. Así, al explorarlo conscientemente descubrimos que los límites que nos imponemos en la vigilia, en nuestro mundo cotidiano, también son una ensoñación de la que podemos despertar.