Aprender a ensanchar el foco de la conciencia para ser capaz, desde el corazón, de abrazarlo todo
En el I Ching se menciona al «gran hombre», que se diferencia del «pequeño hombre» en su actitud. Encontramos un paralelismo en Nietzsche, que contrapone al pequeño hombre, que cree saberlo todo, cree haber llegado a la cima de la evolución, con el super hombre, concepto a menudo mal interpretado. El super hombre es un estadio ulterior al hombre que, como dice el filósofo, «es un animal inacabado».

El pequeño hombre es lo que en el Tao llamamos «el ego negativo». Esa personalidad que reduce el mundo a su medida. Cuando nos quejamos de lo que la vida nos da, porque querríamos otra cosa, somos pequeños hombres. Cuando manipulamos a otros con el objetivo de alcanzar nuestros fines egóicos, somos pequeños hombres, pequeñas mujeres. Cuando creemos saberlo todo, cuando juzgamos desde nuestra estrecha perspectiva, cuando no escuchamos, cuando no empatizamos… somo pequeños. Pequeños y miserables.
Ser más grande no es ser más dominante. Ser más grande es ahorrar, además del sufrimiento propio, el ajeno. Acogerlo y comprenderlo más allá de nuestra piel permite despertar la empatía que percibe como justas las decisiones de los demás, esas que aparentan ser conflictivas o perjudiciales.
Todos, alguna vez, cometemos el error de hacer daño a otros para mitigar nuestro propio dolor. Aunque lo hagamos sin darnos cuenta.
Ser grande no es retener el rencor, por mucho que creamos que la Justicia Divina está de nuestro lado. La más elevada expresión de la justicia es el Perdón.
El cual, no es una aceptación sumisa del hecho. O de lo que «me han hecho».
El verdadero Perdón, es decir, el perdón que resuelve el conflicto y trae paz a todos los implicados es el que se basa en la perfecta comprensión del otro, y nace del amor por uno mismo y por el mundo.
Así, si una conducta fue impropia, se reconoce como tal. Lo que cambia es que, una vez reconocida, se suelta, o dicho de otra manera, se deja de acarrear como una cruz que aplasta nuestra personalidad.
El Perdón es el que transforma el pasado en un recuerdo libre de su carga emocional, de forma que deja de ser una vivencia que se repite cada vez que se evoca. Deja de ser un dolor sepultado en las entrañas del que huímos sin respiro.
El perdón requiere de una gran transformación interior, que hace que nuestra mirada a lo ocurrido sea serena, y la perspectiva hacia el futuro implique hacer lo necesario para que no se repitan más esas situaciones que han causado sufrimiento.
Ser grande es ensanchar el foco de la conciencia y abrazar desde el corazón, todo.
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