Vivimos tiempos difíciles.
El mundo está cambiando de forma acelerada y muchos de esos cambios no pintan ser a mejor.
Esto provoca una sensación de incertidumbre y desasosiego, alimentado convenientemente desde los medios de comunicación. Una crisis sucede a la otra y parece que no vaya a haber ningún momento de paz y serenidad.
Esto es abono para la ansiedad, los trastornos del sueño, el mal humor y un fondo de profunda tristeza.
Vamos, que la vida se nos hace bola.
Todas estos estados de ánimo son legítimables debido a las circustancias, a veces incluso inevitables.
Pero ninguno es permanente.
Hoy hablaremos de cómo se producen, se mantienen y se desvanecen las emociones, su mecánica interior.
¿Conocéis la historia de Gabriel y Fernando?
Gabriel estaba enamorado. Había conocido a la pareja perfecta y además, le iba muy bien en lo suyo. Tenía también muy buenos amigos y caminaba muy contento por la calle pensando, bueno, en lo que piensan todos los enamorados, ahí flotando. En un momento, algo le hizo tropezar y cayó aparatósamente haciéndose daño en una rodilla y en la mano. En su cabeza se vio como el protagonista de una película de cine mudo y se puso a reír a carcajadas.
A Fernando le acababa de dejar su pareja. Y repasando la relación se estaba dando cuenta que había estado con la peor persona del mundo y parte del universo. Tenía un videoclub y claro, no le iba muy bien. (poner explicación videoclub para los jovenos). Probablemente tendría que cerrar.
En fin, que estaba bastante agobiado, pensando en todo lo que piensan los que se acaban de separar, ahí envenenándose. En un momento, algo le hizo tropezar y cayó aparatósamente haciendose daño en una rodilla y en la mano. En su cabeza esa caída era culpa de su ex y se puso a insultar a toda la Corte Celestial a gritos.
La caída de Fernando y la de Gabriel fueron físicamente idénticas. La respuesta emocional, en cambio, diferente en cada caso.
¿Por qué Gabriel se río y Fernando se cabreó ante la misma situación?
La respuesta fácil sería decir, que hombre, no es la misma situación porque a Gabriel le va todo fenomenal y a Fernando fatal.
Pero eso no es más que una conveniencia del relato. Podríamos contar que Gabriel, después de la caída, se cabrea porque se siente ridículo ante la gente que le ha visto tropezar. Y que Fernando, una vez en el suelo, se rió a carcajada limpia porque ya tanta desgracia le parecía demasiado graciosa.
Y si reformulamos la pregunta, ¿Por qué uno se lo toma a bien y otro a mal? La respuesta anterior ya no nos sirve, así que, esa no será.
Es lo que piensan sobre lo que les ha pasado lo que decide cómo se van a sentir.
Es decir, las situaciones que nos ocurren en la vida, por sí mismas no provocan ninguna emoción, la emoción se produce cuando interpretamos esas situaciónes consciente o incosncientemente.
Los ejemplos de Gabriel y Fernando nos muestran en definitiva que la situaciones en sí mismas son neutras en un primer momento y solo cuando nuestra mente las interpreta es cuando surge una emoción u otra.
En este mundo acelerado en el que vivimos los tropiezos son constantes. Depende de nosotros el cómo nos los tomemos.
Podríamos haber contado que en lugar de tropezarse, nuestros protagonistas simplemente saliesen a la calle y en un momento dado se pusiera a llover torrencialmente. Y a uno le divierte y al otro le amarga. La situación todavía es más inocente aún, porque si tropezamos, aún podemos pensar que podríamos haberlo evitado, pero si llueve lo hará al margen de nuestras acciones y decisiones.
¿Y cuantas cosas ocurren al margen de nuestras decisiones, totalmente ajenas a nuestras acciones? Pues si uno lo analiza detenidamente… un montón, ¿verdad?
Así que como no somos Superman ni Wonderwoman, lo más sano es redimensionar nuestras preocupaciones. Que no significa aceptar pasivamente todo con resignación, en absoluto se trata de eso.
Al contrario, enfocarnos en lo que sí podemos hacer y cambiar lo que podemos cambiar nos resultará más satisfactorio.
Cómo percibimos las cosas, como las interpretamos y como nos sentimos son cosas que podemos cambiar. Todo, absolutamente todo nuestro mundo interior podemos cambiarlo.
Solo hacen falta tres factores: la voluntad de cambiar, el conocimiento para saber como hacerlo y claro, hacerlo.
Podemos activamente mejorar nuestras condiciones de vida en todo momento. Porque no dependen ni de el dinero, ni de lo que digan las noticias ni de si tropezamos o llueve o hace sol. Dependen de nuestro estado anímico interior.
¿Y sabéis qué es lo mejor? Que cuanto más sepamos apaciguar y transformar las emociones negativas, como la ira, la tristeza, el egoismo o la ansiedad y potenciar y expandir las emociones positivas como la alegría, la compasión el amor o la confiaanza, estaremos mejorando las condiciones de vida también en el mundo, porque estaremos cultivando la paz.
Constitución de la UNESCO, 1945
Los gobiernos de los Estados Partes en la presente Constitución, en nombre de sus pueblos, declaran:
Que, puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres, es en la mente de los hombres donde deben erigirse los baluartes de la paz.
0 comentarios